El dirigente sindical de los Municipales de Vicente López logró devolver a un soldado héroe una medalla perdida. Victorio Pirillo, que es jefe de asesores del embajador argentino ante Uruguay, el Ingeniero Dante Dovena, se topó de casualidad en una de los tantos puestos que en Montevideo venden antigüedades, con una pequeña medalla de las que se entregaban a quienes combatieron con honor en la Guerra del Atlántico Sur.
Despertó su curiosidad e inició averiguaciones que le permitieron constatar que era auténtica y que le fuera entregada a un soldado llamado Carlos Mihalfi, nativo de la Argentina pero cuya familia vivía desde sus 7 años en la patria hermana. Mihalfi había realizado la conscripción y como tal enviado a Malvinas.
Enterado el embajador se propusieron la tarea de recuperar la medalla y devolverla al único que merece tenerla.
Grande fue la sorpresa del veterano cuando lograron ubicarlo después de un largo proceso de búsqueda y anoticiarlo de la inmediata devolución de la condecoración.
“Te digo a vos, y decile al Embajador Dante Dovena que Ustedes y solo algunos pocos hicieron por mí, lo que el Estado y la sociedad Argentina no hizo”. Le dijo a Pirillo emocionado.
Pero el paso del soldado Mihalfi por el conflicto bélico no fue uno más de los tantos sacrificados conscriptos que motivaros al pueblo argentino a cantar en la Plaza de Mayo, en medio de las bombas y una saña que no usaron contra el enemigo inglés “Los pibes no perdieron. Los jefes los vendieron”.
Destacado en el Regimiento de Infantería Mecanizada 3 de La Tablada, por participar de una travesura juvenil con otro soldado judío sufrió las peores humillaciones y vejámenes.
Silvio Eduardo Katz nació en Buenos aires el 8 de Diciembre de 1962. Al momento de la convocatoria de la guerra de Malvinas se encontraba en el regimiento III de infantería mecanizado General Belgrano, en la Tablada , donde se hallaba cumpliendo el servicio militar obligatorio.
El 11 de abril llega a Malvinas. Hace noche cerca del puerto y al día siguiente le indican su destino definitivo: Bahia Elefante, frente al océano, donde teóricamente iban a desembarcar los ingleses.
La compañía estaba integrada por más de 200 personas la mayoría conscriptos.
Durante su estadía dormía en pozos que el mismo había cavado, los cuales, en menos de una semana, se llenaban de agua. Por esa razón debían dormir 4 soldados pegados o sentados, en un agujero de 2 por 2 metros.
Por esos días el jefe de sección responsable de Katz-y de aproximadamente 70 personas mas- ordenaba la forma de distribuir la comida a 2 soldados.El alimento se componía de “agua con 2 o 3 arvejitas”. El superior exigía no darles al resto de los soldados el guiso porque era para el y para el resto de los suboficiales.
Katz recuerda que estaban muy mal equipados, razón por la cual pasaban mucho frío todo el tiempo.
A los soldados les habían recomendado cambiarse las medias diariamente, pero el superior no se lo permitia a Katz que, al tiempo de estar en las islas sufre una ulceración en los tobillos.
Cuenta el excombatiente: ”Durante la guerra un día fui con un soldado llamado Carlos Mihalfi a un supermercado de las islas, con plata argentina que habíamos juntado entre los soldados, para comprar comida para todos porque estábamos pasando mucho hambre. Al regresar me descubrieron y, por orden de mi superior, me quitaron la ropa y me estaquearon varias horas. Mas tarde hicieron lo mismo con Carlos Mihalfi, al que le pusieron una granada en la boca y le sacaron el seguro, con lo cual si se le caía la granada explotaba y nos mataba a los 2”.
Mihalfi estuvo con la granada en la boca durante varias horas. ”Antes de estaquearnos les ordeno a unos soldados que nos pegaran a Mihalfi y a mí; y ya estaqueados –cuenta Katz- el superior obligó a otros soldados a mearnos a Mihalfi y a mi.
“Habitualmente nos obligaban a ir a un pozo, que nosotros lo llamábamos el “pozo de los lamentos”. Ese pozo estaba lleno de agua congelada, ahí nos ordenaba meter las manos y los pies por más de media hora. A mi siempre me hacia salir ultimo. Yo era perseguido con más saña por mi condición de judío” afirma Katz.
Las torturas, vejaciones y humillaciones no terminaban ahí. Cuenta el ex soldado que en otra ocasión: ”Mi superior obligo a todos los soldados a su cargo a comer mierda del pozo donde hacíamos nuestras necesidades. Cierta vez tiro la comida del día en ese pozo y nos ordeno que comiéramos la comida mezclada con la mierda. Nos exigió poner las manos detrás de la espalda, por lo que debíamos comer sin las manos como si fuéramos animales.
En una mínima parte y por la acción de Pirillo y Dovena, se cambia la dirección de la “desmalvinización” que llevó adelante la democracia argentina, al considerar a la lucha por la descolonización como “una antigüedad”.